Desde la Biblioteca del IES Turgalium nos proponemos como objetivo principal fomentar en nuestro alumnado la lectura y la escritura creativa Por este motivo, dentro del programa de la Semana cultural del centro, hemos organizado un concurso literario centrado en dos modalidades, poesía y relato corto, y en el que han resultado premiados María Rosario Sánchez Sánchez, dentro de la categoría de ESO, y Alberto Sánchez Vargas, en la categoría de Bachillerato. ¡Muchas gracias a todos por vuestra participación!
"LO QUE DE VERDAD IMPORTA"
Jesús vivía en un precioso pueblo de Extremadura, con calles llenas de vida y gente que daba gusto saludar. El único ruido que se podía escuchar era la banda sonora del ganado y los pájaros. Él trabajaba en el campo, ayudaba a su padre en sus tierras. No eran ricos, pero él soñaba con serlo algún día. Su condición de vida no era mala, pero Jesús quería mucho más.
Su mejor amiga, Marta, siempre que podía, se iba con el chico a echarle una mano en su oficio y él le contaba todas las cosas que haría si tuviese dinero, pero ella no dejaba de responderle que era muy afortunado de todo lo que tenía y que no necesita nada más.
Los dos pasaban muy buenos días con los demás de la pandilla disfrutando de aquellos paisajes naturales, saltando de piedra en piedra, viendo atardeceres y cruzando ríos y lagos.
A Jesús le salió una oferta de trabajo en Madrid y de inmediato la aceptó . Lo primero que se le vino a la mente fue todo lo que podría hacer con todo aquel dinero y pensaba que podría ser mucho más feliz de lo que era. Así que, le contó a toda su familia y amigos su nueva vida. Sus círculos más cercanos le respondieron que no se fuera, pero él prometió que todos los fines de semana iría al pueblo a visitarlos y que siempre los llevaría en su corazón. A Marta le dolió mucho su despedía y le pidió varias veces que no se fuera, pero Jesús no dio su brazo a torcer.
Él se mudó a Madrid y cada fin de semana iba al pueblo. Pero con el paso del tiempo cada vez tenía más trabajo y una vida más ajetreada. Empezó a ir de vez en cuando y a descuidar a su familia y amigos. Sus padres ya eran demasiado mayores para viajar y le pedían que por favor fuese pronto, pero no hizo caso.
Todo lo que antes era un arcoiris, se empezó a convertir en días grises, en los que parecía que el sol no existía. Un día recibió una llamada en la que le anunciaban la muerte de sus padres en un accidente de tráfico a cuatro manzanas más abajo de su piso en Madrid. Ese viaje terminó con una gran pérdida que se pudo evitar. Todo el tiempo tenía en mente que aquello ocurrió por su culpa, si hubiera pensado en ellos más que en sus intereses, no los hubiera perdido de esta manera tan trágica.
Después de varias semanas encerrado en aquel piso oscuro, decidió ir al pueblo, el cual estaba irreconocible, todo había cambiado. No había gente por las calles a las que desearles un buen día; todo había perdido su color y su belleza... Tuvo un tremendo escalofrío y se estremeció. Al pasear por aquellas calles con sensación de melancolía, fue recordando muchos momentos de su infancia en ese pueblo que lo había sido todo para él.
Se le saltaron algunas lágrimas, lágrimas que estaban llenas de tristeza, más frías que nunca, pero se le vino a la cabeza Marta, su fiel amiga Marta. No lo dudó ni un momento y se dirigió a toda prisa a la puerta de su casa, pero la chica ya no vivía allí. Por mucho que investigó, no encontró rastro de ella. Después de estar hecho polvo, se instaló a dormir en casa de sus padres y a descansar de aquel día tan malo.
Al día siguiente, cuando despertó con el ánimo por los suelos, salió a la calle y lo que se encontró le sorprendió: todo estaba igual que al principio, sus vecinos y amigos andaban por esas calles y sus padres se encontraban en el campo con el ganado y Marta los ayudaba. Ese mismo día se dio cuenta de lo afortunado que era teniendo esa vida y por supuesto olvidó el dinero y comenzó a vivir el presente.
La terrible pesadilla le hizo reflexionar y darse cuenta de que las pequeñas cosas son las que hacen grande el mundo.
María Rosario Sánchez Sánchez
"APOCALIPSIS
1, 3"
Y cuando muchos fenecieron, estupefactos,
preguntaron cuál era el verdadero relato.
A lo que Él respondió que nunca existió alguno.
Y si alguna vez lo hubo, ya lo conocía el mundo.
Ap. 19, 11-13
Aterrizó trotando y galopando, los cielos tronaron y retumbaron.
Las gentes quedaron ciegas e inmediatamente le asaltaron.
Le cogieron de las barbas y de sus vestidos le despojaron.
Primero le humillaron, más tarde, la piel le desgarraron.
Lo devoraron con fruición, y le arrancaron su humanidad,
mientras solo se oían dentelladas, él clamaba su verdad.
Pero no le dieron tregua, sino que prosiguieron,
rebajando el ideal más alto en el que ellos creyeron.
Comieron de su carne y bebieron de su sangre,
mientras desmenuzaban su cuerpo en partes,
engullendo lo divino para dejar lo terrenal.
Y así fue como su verdad se convirtió en irreal.
Y pasó el tiempo, y aún siguen regurgitando los restos
a sus seguidores desesperanzados, en busca de alimentos.
De él tan solo quedan tristes retazos, memorias
a las que dedican la vida las escorias.
Su verdad era que ya estaba muerto, o para ser más exactos,
que era un ideal que habíais inventado y después descuartizado.
Ap. 4, 1
Y yo subí, y lo que me mostró fue la desolación,
la verdadera revelación,
mi vida, una indigestión
en la que me había envenenado esperando el perdón.
Pero, ¿qué hacer cuando la iglesia está cerrada,
cuando ni existe perdón ni existe nada?
Solo queda admitir los males,
los únicos imaginables,
y rebelarnos contra los caníbales,
los que nos envenenan con falsas esperanzas,
los que nos hacen partícipes de esta matanza
a la realidad y a todo lo que no se adapte
a esta carnicería de la que son culpables.
Nos destripan, nos absorben la vida lentamente
y nos alejan de nuestro Paraíso tan fuerte,
tan fuerte, que no nos permiten verte,
solo cuando llega la muerte.
A ti, lo único que puedo hacer es venerarte
y por estar presente las gracias darte,
y por las palabras que aquel día pronunciaste,
cuando definitivamente pensaba que tú me mataste,
esta vez sin segunda oportunidad,
esta vez sin mi prometida eternidad:
“No era necesario que creyeras en
>Algo más allá, solo tenías que
>Disfrutar de tu vida,
>Abrazando cada instante, pegado a la realidad”.
Ap. 20, 15
"PAPEL
MOJADO"
-¿Y qué harás
cuando llegue el momento?
-Mirarles a la cara.
-Yo no seré capaz
de mirar a los ojos de tales sabandijas.
-Lo haré yo por ti.
-¿Cómo se
desperdicia la última visión observando a tu verdugo?
-Porque es la única
forma de convencerme de que estoy en el lado en el que debería
estar. Porque él no mirará a los ojos de sus víctimas. Porque
piensan que están haciendo lo correcto. Y eso me mata por dentro.
-Y próximamente
también por fuera.
-Me da miedo.
-Nunca pensé que la
muerte fuese a darte miedo.
-La muerte no. Lo
que de verdad me da miedo es que piensan que lo están haciendo bien.
Que podrás decirles lo que quieras, que no te creerán. Que podrás
argumentarles lo que quieras, que no les convencerás. Que no habrá
forma de cambiar su opinión. Que la heterodoxia morirá con
nosotros.
-Te entiendo. Pero
lo que de verdad te da miedo es que piensas que están equivocados y
te aterraría imaginarte lo contrario. Que ellos son los que tienen
razón, y nosotros los que nos arriesgamos a desafiar tontamente a la
autoridad por una causa que es falsa.
-Tienes razón.
Tengo miedo a haber perdido la vida rebelándome ante algo que es tan
de sentido común para otras personas que tiene que ser verdad.
-¿Cuándo perdimos
la habilidad de entendernos y de solucionar los problemas sin
reprimir a los que piensan diferente?
-No lo sé. Pero
ahora entiendo lo que de verdad aviva el miedo dentro de mí. Lo que
de verdad me asusta no es que no esté en lo correcto. Lo que de
verdad me asusta es que la verdad pueda ser tan manipulable. Es como
plastilina, puede tomar la forma que desees. Y puede ser algo y
totalmente lo contrario a la vez. Y hemos perdido la capacidad de
verla de más de una forma. Cada uno es dueño de su verdad, y la del
resto está mal si no es la propia.
-No quiero hablar de
cosas tan tristes. Prefiero refugiarme en los buenos recuerdos. ¿Te
acuerdas cuando nos tenían acorralados y nos escapamos? Pensábamos
que seríamos inmortales, que nadie nos vencería. ¿Te arrepientes
de haber seguido?
-Es imposible que me
arrepienta.
-¿Y dices eso justo
antes de tu ejecución?¿Por qué no te arrepientes?
-Simplemente porque
hubiese sido imposible que hubiese tragado con tanta injusticia.
-Es justicia para
ellos.
-Ya.
-¿Y qué crees que
pasará después de que nos ejecuten? Igual en un futuro somos
recordados como héroes.
-Lo que pasará es
que nuestras palabras se perderán en el viento.
No seremos
recordados, ni siquiera se sabrán nuestros nombres, y mucho menos se
nos distinguirá el uno del otro. A lo sumo conseguiremos representar
un mero concepto, algo muy vago, algo que no se parecerá en nada a
nuestro espíritu.
-¿Por culpa de
nuestros verdugos?
-Ojalá. Ellos no
harán nada por rescatarnos del abismo del olvido, pero la
responsable es la vida. Lo he pensado mejor, y la verdad no es como
la plastilina porque es una quimera. Ninguno tiene la razón. Y por
eso mismo nos olvidarán, a todos, solo con el tiempo. Y la vida
seguirá. Como siempre. Sin darle la razón a nadie. Y por eso es la
única autoridad que reconozco. Porque es la única que proclama un
discurso que no trata de conseguir adeptos.
-Entonces, lo único
que queda es el silencio.
Alberto Sánchez Vargas